La chiva literaria. “Urrábe ngmenan” / “Desencantos de Urrá”, Hugo Jamioy Juagibioy

Me llaman el río rebelde
porque yo sé reclamar
la presencia del estado
y de la comunidad
Ubicación:Los farallones del Citará, en la frontera entre Antioquia y Chocó, una estrella fluvial donde nacen los ríos Atrato y Citará.
Como en algunas reuniones (la verdad son muy pocas las que se hacen), en las que el gobierno se reúne con las comunidades, el río Atrato nos habla con afán porque solo le dan un minuto o un minuto y medio de intervención. No sabemos si el destinatario del mensaje le pone cuidado o no al río y a su gente. Lo que sí notamos es que la disposición del gobierno y de las empresas mineras hacia la gente, su actitud de conversación, es maniquea (y manipuladora): son muy amables cuando llegan a los pueblos y sus promesas son muchas y muy deslumbrantes; cuando los campesinas les recriminan porque sus acciones contaminan ríos, asesinan montes y selvas, y desplazan a la gente, se les acaba la gentileza, se hacen los de l a vista y la escucha gorda o responden con más violencia.
Ante semejante situación de no-diálogo, es justo que nosotros sí escuchemos lo que la gente y el agua quieren decir. En esta canción del Atrato el río comienza presentándose brevemente para luego quejarse de los daños que la minería le ha causado. Esos daños, casi irreversibles, afectan –entre otras muchas cosas– la alimentación de sus hijos e hijas ribereñas y sus culturas ancestrales. Eso demuestra que herir y matar a un río es matar y herir a sus pueblos, a la gente, a los niños sonrientes, a los abuelos sabios, a las tradiciones y a las lenguas. Si esa violencia es una doble opresión, ecológica y cultural, ¿por qué nuestro país –que es una potencia cultural y ecológica– no hace nada?
No hacer nada o, mejor dicho, permitir que se haga es también una actitud criminal contra la gente y contra el agua. Esperemos que eso se transforme para que dentro de algunos años todo el país no repita lo que este río canta: “Mis aguas eran muy limpias” y, por culpa de ambiciones mineras: “dañaron la tierra mía”.
Yo soy el Atrato río, lleno de sabiduría
yo soy fuente de sustento
soy una fuente de vida,
nací en el Carmen de Atrato
en los farallones del Citará,
vengo del Cerro Plateado
desemboco en Turbo
y esto les quiero contar.
Mis aguas eran muy limpias,
eran aguas cristalinas,
aquí habitaban los peces,
se sacaba la comida,
al Chocó llegaron retros
que hacían la minería,
creando grandes empresas,
dañaron la tierra mía.
No les importó arrojar
sus tóxicos a las orillas,
no les importó vertir
veneno a la sangre mía.
Coro
Yo soy, yo soy, yo soy Atrato río de vida
Yo soy, yo soy, yo soy fuente viva de alegría
Yo soy, yo soy, yo soy, unión fe y esperanza
Yo soy el Atrato río lleno de majestuosidad.
Yo soy el Atrato río, lleno de biodiversidad,
albergo muchas costumbres cultura muchas etnias
en mí se encuentran los pueblos
llenos de ancestralidad
de donde sale la historia
del Chocó y muchos más.
En mi territorio abundan especies endémicas
con todas las propiedades de belleza sin igual
Pero han llegado unos hombres
que han querido acabar
con todo lo que yo tengo,
con toda mi hermosura,
talando todos los bosques
que habitan en mi cuenca
Coro (bis).
Yo soy el Atrato
río lleno de esperanza
Yo soy ruta de progreso
yo soy conectividad,
en mis aguas se transportan
vidas y oportunidad,
por mí recorren los pueblos
por mí llegan hasta el mar
Pero con tanta maldad
que me vienen a explotar
están matando mi suelo
mis aguas, mi hábitat,
por mis venas ahora corren
desechos y químicos,
tristeza y desolación
eso no quiero ser yo.
Yo soy alegría y amor
Yo soy fuente de vida
Yo soy esperanza y paz
soy riqueza sin igual
Yo soy el Atrato río
lleno de majestuosidad.
Coro (bis).
Ubicación: Marmato, en el occidente de Caldas, muy cerca de Chocó.
En el segundo capítulo de La bruja de las minas, seguimos la rutina de Florencio Botero. Es un día muy agitado porque el agua va a inundar una de sus minas. Aunque la novela se desarrolla en Marmato (Caldas), situamos el texto en Chocó por su cercanía y porque es la tierra natal del autor. En realidad los ríos rompen las fronteras: bañan a los de un lado y otro de la línea del mapa, serpentean allá y acá sin que nadie los detenga. En este caso, la lluvia y las venas de agua que recorren las montañas demuestran que pueden causar estragos en la mina. Observemos esta versión minera del agua como fuente de peligro para que sirva de antojo para la lectura de toda la novela.
Picó la mula para continuar el descenso de la cuesta. Como a mitad del enorme cerro quedaba la mina nueva, llamada «Don Telmo», en honor del viejo peón que la descubrió. Desde la boca pudo observar que dos entibadores se ocupaban activamente de apuntalar con gruesas estacas y fuertes vigas la galería exterior semejante a herida recién abierta. No quiso demorarse allí, porque tenía prisa por ver los daños causados por los derrumbes. Se trataba, en efecto, de pura aguada, como lo había supuesto.
Capataz y peones informaron, y así lo comprobó al punto, que un deslizamiento de escorias había obstruido en parte la agogía, dando lugar a que las aguas inundaran algunos socavones. Los trabajadores iban y venían con el agua hasta la rodilla, arremangados los calzones de dril, algunos con delantales burdos de arpillera. Cuatro achichinques, provistos de cubos de metal, desalojaban el agua con actividad febril; pero esto no era suficiente, pues el nivel iba subiendo, con amenaza manifiesta de las armazones sustentadoras.
—Pronto —ordenó Florencio—; hay que descongestionar la agogía. Todo el mundo a la faena. ¡Arriba, muchachos!
Y dando el ejemplo, él mismo inició con una palendra la remoción de la espesa capa de escorias. La peonada parecía luego ágil brigada de demonios, por lo acometedora y rabiosa, en cuyas manos ásperas los zapapicos, las azadas, los almocafres y las palas semejaban armas y no herramientas de labor. Mientras unos escarbaban y removían, otros iban llenando las carretillas con el desecho para transportarlo más lejos, a las volquetas que habían de llevarlo al basurero.
No se fue de allí hasta que los socavones quedaron libres por completo. Y cuando, al anochecer, regresó a casa, cansado y hambriento, sabía bien que ningún pequeño problema le quedaba pendiente para mañana. En cambio, allá en lo hondo del ánimo, en los laberintos de la mente, una preocupación se agitaba, como idea fija o cual gusanillo invisible que roe sin destruir, eternizando así su angustia cruel. ¿Para quién había trabajado?, pensaba. ¿Para quién luchó y estaba luchando tantos años con aquella tierra bravía a cuyo diario contacto se aquilataba como diamante su propio corazón de varón?
Durante la merienda fue mayor el mutismo que la conversación. Habló poco, con cierta fatiga, de cosas del negocio, de las rudas tareas de la tarde. Pero sus pupilas ardían, mirando a su mujer y a su hija, con expresión recóndita de reprimida ternura y de emoción mal disimulada.
Obeso, Candelario [1879]. Sotto Voce. En Varios Autores (2011), Candelario Obeso. Una apuesta pedagógica, estética y social (pp.322-323). Bogotá: Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico, IDEP.
Banco de la República, Biblioteca Virtual (s.f.). DE MOMPOX A BOGOTÁ. Soi pobre y nada temo. Colección digital: OBESO. Nací humilde i soy fuerte.
Ubicación:Condoto, Chocó.
Si el maestro Hugo Salazar Valdez hubiera sido urbanista (para fortuna nuestra fue poeta), ninguna ciudad imaginada por él carecería de río. Lo decimos porque el río aparece en la mayoría de poemas que tienen nombre de ciudad en su colección Antología íntima: “riberas fértiles”, “párvulo río azul”, “río musicante” y “un navideño río de esencia forestal”, forman parte de las estampas de paisaje, casi todas en cuerpo de soneto, que él hace de Condoto, Quibdó, Buga y Cali. El agua también está en forma de nube en Popayán y en Pasto, y el agua salada es el eje poético y vital de la “Isla de San Andrés”. Veamos entonces a aquel río vigoroso, compañero siempre de la selva, en el “Amanecer” que cierra su poemario.
Se vino la madrugada
de perfumados espejos
con el cantar de las aves
y el rocío nocherniego,
lustrosa de plata verde
que los ríos corpulentos
refrescan en su carrera
tropical de pasajeros.
Pintureras lanchas pintan
al despedirse del puerto,
ágiles curvas describen
del agua sobre el tablero
y veloces golondrinas
se van de fiesta perdiendo
río abajo, cuando el sol,
empieza a pintar incendios.
¡Qué verde amanece aquí
la selva en su monumento!
¡Murallas de clorofila
ancianas antes de serlo!
En rivalidad de bronce.
Muriéndose y renaciendo.
Túneles de luto verde
el intrincado universo.
De barbas y de bejucos
los vegetales cabellos.
Aglutinados los tonos
en que se madura el tiempo
y en temeroso complot
los hirsutos elementos.
La selva caníbal hierve
de la cuna al cementerio
y en su abovedado anudan
transitorio y duradero,
la débil liana que nace
del gigante árbol selecto
y la encina que sucumbe
para repetirse luego.
Ubicación: La primera curva del río que va del Carmen del Atrato casi hasta el municipio de Río Quito o Paimadó.
El primer paso para la recuperación de un río es la intención de su gente por descontaminarlo. Esta canción es un homenaje al río y a las personas que quieren entrar en él para limpiarlo. El pueblo “negro” que “siente que está muriendo” sabe que la reducción de especies de peces y el envenenamiento del río es un balazo contra su propia vida.
¿Quién extrañará más los individuos y especies de peces que el mercurio extingue? ¿Las pocas personas que ganan dinero con el mercado aurífero o la población misma que nació y creció con el río como abuelo? ¿Valen más las joyas doradas que el agua? ¿Seguimos pensando como los españoles que mataban por buscar El Dorado? ¿Cómo unir a la ciencia con el pueblo para limpiar el río, para sanearlo, sin que otros estén apuntando sus armas contra los defensores? Resolver estas preguntas debería ser el centro de la agenda ambiental de los gobiernos locales y del nacional que, supuestamente, trabajan para el pueblo.
El río Atrato hoy está,
sumergido en la tristeza,
porque sus aguas no son,
lo que hace tiempo ellas eran.
Ya no se puede beber
ni comer lo que él nos da
el mercurio y la basura
lo tienen envenenao,
con mucha preocupación
ya no se puede pescar
porque, el bocachico ya no subió
y la mojarra ya se acabó,
el dentón y el guacuco ya se fueron
y el bagre el barbudo se escasearon.
Oh mi Atrato lindo río,
no te queremos perder,
te amamos y lucharemos,
para volverte a ver bien
y así poder disfrutar
lo que tú nos has de brindar
Coro
Ay, Atrato, mi Atrato, no llores más,
yo te voy a cuidar
tus aguas voy a descontaminar
pa’ que puedas respirar (bis).
Rodeado de hermosas selvas,
de mucha flora y fauna,
que ya han desaparecido
por culpa de la tala
y la minería indiscriminada
de gente inescrupulosa
que nos quieren acabar.
Tú transportabas los sueños
y alegrías de mi gente,
ahora sollozas a gritos
lamento del pueblo negro
que va desapareciendo
y se siente que está muriendo.
Coro (bis).
Atrato río de muchos,
juntos lo conseguiremos,
unidos todos por ti
la cuenca rescataremos
Atrato no desfallezcas
vamos a recuperar,
tu cuenca y tus afluentes
pa’ que puedas descansar
Atrato mi lindo río
lleno de vida y color
queremos que sigas siendo
río de vida y amor.
Coro (bis).
Ubicación: El Carmen del Río Atrato, municipio donde nace el río, en el centro-oriente de Chocó.
El río Atrato no tiene pelos en la lengua. Ha dicho todo lo que le atormentaba y tiene esperanzas de que la situación cambie. En temporadas invernales escuchamos con frecuencia la queja de las comunidades porque los ríos con los que viven inundan sus casas y se meten a dañar los utensilios e incluso los cimientos. En este hermoso poema, el río chocoano (que es uno de los más caudalosos del mundo) explica los hechos, extendiéndose –como debe ser– en las causas del conflicto. La imagen que deja ver el texto es la de un río acribillado, bombardeado históricamente por todas las podredumbres generadas por los seres humanos. Como el río está vivo, su cuerpo reacciona ante los daños y parece terrible ante los ojos de las “víctimas” que, en realidad, con más frecuencia son victimarios. Escuchemos lo que nos cuenta el río, a través de la voz de Rocío López –lideresa comunitaria– y dejemos que nos sorprenda su capacidad de perdón.
En una hermosa mañana
que el sol sonriente salía
me acerqué a la orilla del río
donde siempre yo lo hacía
Y de pronto la corriente
me acariciaba los pies
como diciéndome algo
que yo no podía entender.
Una voz muy ahogada
que en el fondo se escuchaba
me decía por dios mi amiga
que por favor la escuchara
Que ya no podía aguantar
lo que sentía por dentro
y que me quería contar
su historia desde pequeño
El me comenzó a contar
que aquí en el Carmen de Atrato
en el cerro del Plateado
fue que nacieron mis aguas
orgullo de los chocoanos
la gente se me acercaba
y con sus manos cansadas
tomaban las frescas aguas
de mis hermosas cascadas
para hacer los alimentos
y lavar bien la ropita
todos la cargaban del río
porque era muy limpiecita
para el aseo personal
y para regar las plantas
y muchas cositas más
que se ofrecen en las casas
Los niños y los adultos
jugaban en mis arenas
y con mis piedras formaban
castillos en noche buena
Toditos me respetaban
y me protegían bastante
y en mis orillas sembraban
árboles de todas clases
Les ofrezco un buen transporte
y una buena alimentación
para que todas sus familias
tengan un futuro mejor
Yo les regalo la arena
el balastro y buena piedra
para que toda mi gente
se salga de la pobreza
En mis cristalinas aguas
la paz siempre se encontraba
y los pájaros del monte venían
todos se bañaban y cantaban
hoy ya estoy viejo y cansado
sin ánimo de luchar
porque se acabó el respeto,
el cariño el cuidado, el amor y la amistad.
Nadie hace nada por mí
ya todos me abandonaron
y en toditas mis orillas
los árboles me cortaron
Todos me arrojan basuras
y estiércol por todas partes
y me echan las aguas negras
para más colmo de males
Mis aguas se desbordaron
por todas partes hago estragos
me llevo lo que me encuentran
casas, ganado, sembrados
Mis aguas tan pantanosas
huelen a diablo rodado
y los vidrios y chatarras
me tienen muy apestado
No hay más que desolación
por toditos los lugares
donde paso repartiendo
mil y mil enfermedades
No quiero que mis terrenos
con químicos contaminen
porque la gente chocoana
con mis peces sobreviven
Me llaman el río rebelde
porque yo sé reclamar
la presencia del estado
y de la comunidad
Yo le robo a las montañas
toda su vegetación
porque como los humanos
se me acabó el corazón
Todo el que quiere botar
las cosas donde no hiedan
las tiran a medio río
como si allí no hediera
Cuando en las sufridas rocas
golpea la furia del río
se estremece el Chocó mío
con horror y escalofrío
Pero si ustedes cambiaran
y me respetan las aguas
les prometo en poco tiempo
acabar con tantas plagas
Si ustedes reaccionaran
y no me tratan tan mal
con paciencia en poco tiempo
seré su mejor amigo, su alimento,
su Transporte, su consuelo y algo más
Y fue así como el Atrato
me contó con mil detalles
la poca atención que tienen
los recursos naturales.